31 de diciembre de 2015

Premios «Iconoclastas lingüísticos» 2015


Bienvenidos, dilectos seguidores, a la tercera edición de los premios «Iconoclastas lingüísticos», galardones simbólicos con los que intentamos glosar con santa ira y señalar con dedo acusador las afrentas más vergonzosas cometidas contra la lengua, en público y por escrito, por profesionales de la palabra: escritores, periodistas, profesores, traductores, etc. Es necesario señalar una vez más que la gravedad del error va en relación directa con la relevancia del cargo, dignidad y gobierno de sus autores, así como con su capacidad de convocatoria y difusión.

Como de costumbre, hemos repasado todo lo publicado en nuestra cuenta de Twitter (@Patiortografico) durante el año que termina hoy, pero con respecto a las dos ediciones anteriores hemos decidido introducir una novedad: hemos hecho una selección —laboriosa, dificilísima— de entre la infinidad de atentados contra la norma comentados durante 2015 y les presentaremos a continuación una terna de pecadores sin más orden que su aparición cronológica en nuestra cuenta; ustedes, estimados seguidores, serán los encargados de determinar con sus votos cuál debe ser la clasificación final y a tal efecto, aprovechándonos de las encuestas de Twitter, dispondrán de un tuit con el que dejar constancia de sus preferencias. Únicamente les pedimos que, a modo de jornada de reflexión, antes de emitir su voto tengan a bien leer las líneas que siguen a fin de tomar una decisión informada. En su sindéresis confiamos.

Antes de entrar en materia, deseamos transmitir nuestra enhorabuena más calurosa y nuestro agradecimiento sincero a los premiados por las risas que nos han provocado y por las que, a buen seguro, todavía nos van a brindar.

Allá vamos. Salud y buen humor.

22 de noviembre de 2015

La degeneración del diario «El País»

Hubo un tiempo en que el diario «El País» era un referente informativo en España, tanto por su fondo e integridad —no es en principio cometido de este espacio ocuparse de esos extremos, pero resulta más que evidente a qué abominable estado han llegado— como por sus formas impecables, que constituían una guía segura y completamente fiable.

Hubo un tiempo, sí. Pero ya no: en la actualidad la situación es bien distinta, como ha quedado patente con el editorial de hoy, domingo 22 de noviembre de 2015, en el que se ha colado una construcción incorrecta y ajena por completo al genio natural de nuestro idioma.



Si grave nos parece que una barbaridad como la señalada en la imagen anterior se haya colado en un tuit de la cuenta oficial de un diario como «El País», se nos antoja imperdonable que ese mismo dislate figure en el último párrafo del cuerpo del editorial:



Significa «rehusar», según consta en la edición más reciente del DLE que publica la RAE, «no querer o no aceptar algo», pero de ningún modo significa «negar» ni «privar», y tampoco puede construirse con su mismo régimen.



Nos resulta inconcebible que un error tan grueso (aparentemente un galicismo: «refuse aux Espagnols») se cuele en una pieza de la relevancia de un editorial de un diario de la difusión nacional e internacional de «El País», por favor, que no estamos hablando de la hoja parroquial de Mosén Millán, hombre...

Revela este disparate no solo impericia y desconocimiento del idioma en unos profesionales de la palabra, sino también una falta total de atención, reflexión y espíritu crítico. ¿Cuántos ojos de la redacción de «El País» habrán visto ese editorial antes de su publicación? ¿Cómo es posible que absolutamente a nadie le hayan saltado las alarmas al leer ese desatino? ¿Y cómo puede ser que en el momento de publicar estas líneas ahí siga, en la edición digital, a la vista de todo el mundo, sin que nadie haya tenido el amor propio y la profesionalidad de corregirlo?

Según recoge el «Libro de estilo» de este diario en su sección 7, punto 2.79, los editoriales son responsabilidad del director:


Es el director en esta fecha Antonio Caño. Ni él ni nadie de su diario se han dignado a dar explicación de tan grave error gramatical y se ha limitado a retuitear con su cuenta personal dos de nuestras quejas, retuits que, a falta de otras manifestaciones, tomamos como asunción y reconocimiento del error por su parte.



Así está el patio... ortográfico

8 de noviembre de 2015

Premios «Iconoclastas lingüísticos» 2014

image
Cuando a principios de diciembre la redacción de Así está el patio ortográfico mantuvo una primera reunión para decidir quiénes serían los afortunados ganadores de la segunda edición de nuestros premios simbólicos Iconoclastas lingüísticos, no albergábamos ninguna duda sobre la identidad de dos de los integrantes de la terna ganadora, pero no habíamos llegado a ningún acuerdo sobre quién ocuparía la plaza vacante.
Sorprendentemente, de donde menos podría esperarse surgió el 19 de diciembre un tapado que barrió sin esfuerzo a los otros dos integrantes de nuestro podio del bochorno… porque, como ya dijimos en la primera edición de estos premios, «es cierto que podemos haber glosado errores más escandalosos que los que reproducimos a continuación, pero no es menos cierto que la gravedad del error va en relación directa con la relevancia del cargo, dignidad y gobierno de su autor».
Nuestra más sincera enhorabuena a los ganadores. Pueden sentirse muy orgullosos.
Tercer premio - Alberto Sánchez (@albertovic6 en Twitter)
El periodista Alberto Sánchez nos sorprendió una noche calurosa de agosto con la revelación iluminadora de que los periodistas «no somos profesionales de la palabra», toda una epifanía en medio del verano… Como muy bien apuntó un usuario de Twitter que lamentamos no recordar, «los periodistas no son profesionales de la palabra… deben de usar tamtam para transmitir las noticias».
image
image
Con afirmaciones como esa y otras imprudencias atrevidas que soltó aquella noche queda diáfanamente claro por qué algunos periodistas escriben como escriben y dan esas feas patadas al idioma.
Las pruebas:
Segundo premio - Juan Luis Cudeiro (@jlcudeiro en Twitter)
El también periodista —con dos carreras y un máster, ojo— Juan Luis Cudeiro era, por su reincidencia, contumacia, empecinamiento y falta de humildad, nuestro favorito para llevarse el primer premio… hasta que en el último momento lo desbancó toda una autoridad; pero eso lo veremos después.
image
image
Opina este periodista —y así lo ha manifestado en Twitter en alguna que otra ocasión— que en su tiempo libre y en sus cuentas personales de las redes sociales puede escribir con el respeto a la norma que a él le venga en gana. Es una opinión muy respetable y defendemos su libertad para hacerlo así. Pero también defendemos la nuestra para criticar sus errores y para lanzar la pregunta al aire de cuántos de sus más de 6 700 seguidores actuales lo son por su interés, por su cara bonita y carisma personal, y cuántos por trabajar para el medio para el que trabaja. O dicho de otro modo: si fuese un usuario anónimo deTwitter, ¿cuántos seguidores tendría? Pues bien: a todos los seguidores conseguidos en virtud de su profesión les debe un respeto… ortográfico y gramatical, al menos. Fíjese, si no, periodista Cudeiro, en lo que decía el pasado 12 de enero de 2014 Tomàs Delclós, Defensor del lector del diario El País (¿le suena de algo a usted ese diario? ¿debería usted hacer caso de esas recomendaciones, periodista? Tal vez ni siquiera se las haya leído…): 
image
image
Las pruebas:
Primer premio - Real Academia Española (@RAEinforma en Twitter)
No se puede aceptar de ninguna manera que la institución que desde 1713 vela por el buen uso y la unidad de la lengua española, patrimonio común de 500 millones de hispanohablantes, cometa seis veces, seis, una misma falta de ortografía en una de sus publicaciones. Entendemos que una errata se puede producir en una ocasión, pero cuando la misma grafía se repite en seis ocasiones dejamos de hablar de errata para, indiscutiblemente, entrar de lleno en el territorio del error.
El viernes 19 publicó la RAE en su web una entrada en la que escribían *«navidad», con minúscula inicial, en seis ocasiones. No contentos con eso, repitieron el error en el tuit promocional emitido por su cuenta @RAEinforma. Nuestro seguidor en Twitter @xayme nos lo hizo notar y a partir de ahí tanto él como nosotros pedimos a @RAEinforma y a @Fundeu que aclarasen si había algún caso en que esa grafía era aceptable.
image
image
Lo más misterioso de todo es que, tras nuestras múltiples llamadas de atención, durante el fin de semana se corrigió uno de esos errores… ¡Solo uno! ¿Por qué únicamente uno? Pues vayan ustedes a saber, ya que desde la RAE no se han dignado a dar explicaciones: simplemente se limitaron a tuitear que se trataba de un error y que ya había sido corregido, cosa que hicieron, por fin, el lunes 22.
Desde aquí aconsejamos a la RAE que amplíe y complete su publicación relativa a la cronología de los hechos más relevantes registrados en la Academia a lo largo de trescientos años con la incorporación del fin de semana aciago e infame durante el que de su puño y letra, como se decía en tiempos analógicos pretéritos, la «Navidad» se convirtió en *«navidad».
Las pruebas:
Salud y buen humor.
image

Premios «Iconoclastas lingüísticos» 2013

image
Allá por agosto, cuando echaba a andar esta antología del error ortográfico y gramatical, no pensábamos, ni mucho menos, que íbamos a contar con tanto material. Pero la iconoclasia lingüística patria más que fecunda es ubérrima, con los gremios del periodismo y la política a la cabeza.
Tras largos y encendidos debates entre los miembros de Así está el patio ortográfico, se ha llegado a un fallo que contenta a todas las partes. Lamentablemente hemos tenido que dejar fuera a talentos creativos del calibre de Ana MatoPedro SauraAlicia Sánchez CamachoMarisa Recuero,Sonia IglesiasGonzalo CortizoPablo DíazDiego Picó o a ciertos redactores de los diarios deportivos Sport, Marca, As y Mundo Deportivo.
Es cierto que podemos haber glosado errores más escandalosos que los que reproducimos a continuación, pero no es menos cierto que la gravedad del error va en relación directa con la relevancia del cargo, dignidad y gobierno de su autor.
Nuestra más calurosa enhorabuena para los premiados. Pueden estar bien orgullosos:
Tercer premio - PeriodiFails (@PeriodiFAILS en Twitter)
image
Es este un galardón que, pueden creernos, nos duele entregar, pero es que es de justicia. Una cierta sensación de compañerismo y el agradecimiento por tantos buenos momentos que nos hacen pasar no pueden nublar nuestro entendimiento y no pueden afectar a nuestra capacidad de discernimiento cabal.
Debe ser el crítico ejemplo intachable y estar libre, dentro de lo posible, de toda mácula o, por lo menos, de las más flagrantes. No es el caso, lamentamos decir, de PeriodiFails. No se puede tocar la solfa a los periodistas y no distinguir, por ejemplo, entre el editorial y la editorial.
Las pruebas:
Segundo premio - Carlos Martínez Gorriarán (@cmgorriaran en Twitter)
image
Un profesor universitario (de Estética y Teoría de las Artes) que se declara en contra del autoritarismo lingüístico (sic) cuando se le señala un error gramatical no podía dejar de figurar entre nuestros destacados del año. Un doctor en Filosofía que confunde churras con merinas de esa manera y que, aún por encima, se despacha con prepotencia, desprecio, soberbia, altanería, chulería y despotismo. Un ejemplo, otro más, de la casta política que vive a nuestra cuenta y que tan lejana nos resulta, no por voluntad nuestra, sino por actitud suya.
He aquí solo unas cuantas pruebas:
La que realmente nos gusta es la oración que cierra su sección Acerca de mí en su web personal, con una delicada construcción de relativo que incluye un precioso posesivo. Inefable belleza y sutilidad estilística:
Primer premio - Paula Prado del Río (@paulapra2 en Twitter)
image
Muy merecido primer premio, debemos decir. Tenemos que confesar, también, que la hemos elegido por unanimidad y sin ningún titubeo. Sabíamos que por aquí teníamos que empezar.
Una portavoz en un parlamento (aunque sea en un parlamento autonómico) no puede despreciar y maltratar por escrito, sea cual sea el medio que elija para difundir sus mensajes, una de las lenguas oficiales de su comunidad. ¿Cabe mayor falta de respeto y peor insulto a unos votantes, a unos contribuyentes, a unos lectores y a todo un país que tratar a uno de sus idiomas oficiales con ese desconocimiento, descuido y desprecio? Y cuando decimos “desconocimiento” o “descuido” estamos siendo generosos con ella. Lo peor es su contumacia, la callada por respuesta, la falta de corrección, y la ausencia de propósito de enmienda.
Las pruebas:
image

23 de octubre de 2015

El que al cielo escupe...

Si en nuestro primer artículo hablábamos de la mezquindad y el empecinamiento del orgullo, hoy les traemos, dilectos seguidores, una entrega sobre la imprudencia y la falta de templanza y moderación a cargo del escritor y miembro de la Real Academia Española Arturo Pérez-Reverte.

El pasado 14 de octubre, un tal Natxo Hernández, cuya cuenta de Twitter ya ha desaparecido o cambiado de nombre, publicaba la imagen de un error ortográfico ciertamente grave cometido por la profesora de Lengua de su hija y pedía consejo al escritor cartagenero.


Don Arturo, uno de los cabreados patrios más prolíficos, no podía dejar escapar una ocasión como aquella para exponer a la pecadora en el cadalso tuitero con la precisión de su verbo justiciero: «¿Me permite Vd que retuitee la basura de esa profesora de lengua basura?»:




Es una verdadera lástima que, en un tuit en el que criticaba la ortografía ajena, al preclaro académico se le hubiese olvidado poner el punto preceptivo tras la abreviatura «Vd.», tal como indica la RAE en su lista de abreviaturas. En nuestra humilde opinión también debería haber empleado mayúscula inicial en *«lengua», por tratarse aquí de la denominación de una asignatura, por mucho que él haya optado por colocarle ese «basura» al lado.

Dos errores ortográficos, dos, en menos de 140 caracteres, cuando con su santa ira y justa indignación trataba de dejar en evidencia ante su millón largo de seguidores a un soldado raso del diezmado ejército docente de nuestro sistema educativo.

No seremos nosotros quienes disculpemos el error flagrante de la profesora, pero sí diremos que hay que corregir mucho y tener la experiencia de la que parece carecer el señor Pérez-Reverte entre exámenes, trabajos y cuadernos, para saber que cuando uno ha visto un error repetido en numerosas ocasiones empieza a dudar absolutamente de todo, incluso de aquello que siempre había dado por sentado. Y desde el punto de vista científico e intelectual no se podrá negar que la duda sea una compañera inmejorable...

Pero cinco días después, el académico nos dejaba esta perla: «A *tí, a...». Como cualquier alumno que haya superado los seis primeros cursos de la enseñanza obligatoria en nuestro país sabe, «ti» nunca lleva tilde.




Como desde que se inventaron las excusas se acabaron los pretextos, a nuestro superacadémico favorito no se le ocurrió nada más que escudarse de una manera alambicada en lo que, según él, le habían enseñado en la escuela... Parece que, una vez más, un docente tendrá que cargar con la culpa: 


En cuanto leímos ese tuit del señor académico nos pusimos en contacto con el presidente de honor de Así está el patio ortográfico, un venerable anciano de 85 años de edad —con una vitalidad, una lucidez, una cultura y una memoria envidiables— que fue profesor de Lengua durante más de 60 cursos escolares. Le preguntamos si recordaba que alguna vez «ti» hubiese llevado tilde y su respuesta no fue tajante, porque el verdadero sabio duda y es moderado y prudente en sus manifestaciones... Se tomó un momento para hacer memoria y a continuación, con la mayor prudencia y diplomacia posibles, nos dijo que no recordaba tal cosa.

No fuimos los únicos sorprendidos por la excusa del señor Pérez-Reverte, como se puede ver en la siguiente pregunta planteada a la RAE por un usuario de Twitter que se hace llamar Daoiz Velarde. La respuesta de la institución de la que el propio Pérez-Reverte forma parte fue inequívoca: «En la ortografía académica nunca se ha prescrito la tilde para esa voz».




No son pocos los que opinan que, más allá de su maldad intrínseca, la gravedad de un error está íntimamente relacionada con la edad, dignidad y gobierno de su autor. Y ustedes, dilectos seguidores, ¿qué opinan?

Así está el patio... ortográfico.

18 de septiembre de 2015

La mezquindad y el empecinamiento del orgullo




Bien entendido, es el orgullo una potente arma de desarrollo y mejora personal. Es muy necesario el amor propio a la hora de acometer cualquier empresa humana para no vernos abocados a la rendición en cuanto arrostremos las primeras adversidades.

Sin embargo, con frecuencia el orgullo se torna un microbio mezquino, se adueña del puente de mando de nuestra voluntad y anula otros valores, tal vez de menos prestigio y sin duda en desuso en nuestros días: nobleza o humildad, por ejemplo.

Viene todo esto a cuento de un divertidísimo intercambio que mantuvimos con un periodista que incurrió en un error de concordancia relativo a un concepto cuyo conocimiento y dominio se le supone a cualquier candidato a graduarse en ESO: a un sustantivo plural le corresponde un pronombre también en plural. Básico y simple, ¿no? Pues para algunos, al parecer, no lo es tanto, porque una vez que se le señaló su error, el periodista se descolgó con respuestas primero desinformadas y después surrealistas.

Le ofrecimos una y otra vez, con la mayor cordialidad de la que somos capaces, la posibilidad de reconocer su error y estamos completamente seguros de que el periodista cayó de la burra bastante pronto, pero el orgullo mezquino y empecinado del que hablábamos al principio le impidió a este buen hombre reconocer en público y por escrito su pifia. Una lástima. Lo admirábamos por sus artículos y escritos, interesantísimos y bien trabajados, y seguíamos su cuenta en Twitter. Por supuesto dejamos de seguirlo al instante, a pesar de la cordialidad ya mencionada de todo el intercambio: no merece nuestra atención.

Es tan cierto que todos quedamos retratados con nuestras actitudes y palabras como que quod natura non dat, Salmantica non præstat... Y College Station, Texas, tampoco.



Comete a continuación el periodista un error muy grueso al suponer que como «[cosa]» es singular, «le» también debe ser singular:


No se da cuenta el periodista de que estamos ante un caso muy común en español de uso pleonástico del pronombre personal átono, también conocido como redundancia pronominal:


Sigue pensándoselo. No lo ve claro. Nosotros le abrimos la puerta. Su reacción es quitarle importancia al error —que, por supuesto, no tiene—, pero su orgullo le impide admitir su error:


Despedida y cierre. Seguimos a la espera de que el periodista reconozca abierta y claramente su error:



Así está el patio... ortográfico.