16 de agosto de 2017

Muchas gracias, Alberto



2 de junio de 2017

Disculpen el atrevimiento de escribirles un correo electrónico. Intentaré ser breve, pero no lo garantizo.

Soy un seguidor fantasma de su cuenta de Twitter. Y con «fantasma» —el uso preferente de las comillas angulares se lo debo a ustedes— quiero decir que no aparezco entre sus seguidores. Tengo un perfil de Twitter que no tiene seguidos, seguidores ni publicaciones.

Los descubrí mientras curioseaba saltando de perfil en perfil a través de tuits que me llamaban la atención, cuando aún no llegaban al millar de seguidores. Desde entonces empecé a leer todos sus comentarios a diario. Incluso estuve tentado de pasar a seguirlos oficialmente y me dije que quería ser su seguidor 1980, por ser mi año de nacimiento, pero superaron ese número y ya...

Adquirí el hábito de entrar en su perfil cada mañana, antes incluso de consultar la prensa, y así comenzar el día sonriendo con sus diabluras e impertinencias. Lo mismo antes de dormir, siempre. Y a lo largo del día, en función del tiempo disponible o del aburrimiento que me gobernara, cuantas veces pudiera. Torcía el gesto los días en que eran poco activos y me sentaba a leer sus tuits con fruición los días en los que escribían como si les fuera la vida en ello o se ensañaban con algún insensato que no conocía cómo se las gastan ustedes.

Siempre me ha gustado la pulcritud en la expresión y, aunque sigo cometiendo errores, gracias a ustedes he aprendido y corregido yerros.

¡Que si he aprendido? Muchísimo —la combinación de signos de exclamación e interrogación, sin duplicarlos en la apertura y el cierre, también se la debo a ustedes—. He aprendido a suprimir alguna coma de donde no debía situarse y a emplear otras donde sí; he enmendado algún error de concordancia profundamente arraigado —cuando el objeto indirecto está duplicado—; he adquirido conocimientos gramaticales que no tenía y refrescado otros olvidados; y mucho más. Todo ello gracias a sus tuits, su estilo, sus enlaces y los retuits que hacían a algunos de sus seguidores más ilustres y a los que no habría conocido de no ser por ustedes —podría nombrar a algunos de ellos que rebosan sabiduría y conocimientos—.

Y me he divertido con ustedes. Mucho.

Su ausencia anterior se me hizo larguísima. Preocupante, incluso. Y cuando volvieron, sin hacer ruido al principio —que me hizo pensar que solo fuera una breve reaparición—, me ilusionó. Y volví a aprender y reír con ustedes.

Cuando la otra tarde leí su adiós definitivo sentí el impulso de escribirles. ¡Para qué? Para contarles todo lo anterior y darles las gracias por ello.

Me habría extendido más, pero es mejor no abusar de su paciencia si han llegado hasta aquí sin conocerme —aunque para mí ustedes no resulten desconocidos, ni mucho menos, después de haber leído cada uno de sus tuits, todos, desde hace mucho tiempo—.

Sus motivos tendrán para marcharse; no me incumben, por supuesto, pero me afectan por privarme de ustedes. Ojalá no fuera definitivo su adiós —yo soy amante de los guadianeos—; piensen que las grandes estrellas siempre se retiran y regresan varias veces.

Corrijan mi correo electrónico con bolígrafo rojo si fuera necesario, puesto que oficialmente no soy su seguidor y, por tanto, no tengo bula.

Descansen, disfruten o repónganse si la vida ha sido cruel con ustedes, porque a todos nos maltrata. Si pueden y quieren, no se vayan o vuelvan pronto, aunque yo no sea quién para pedirles nada.

Disculpen mi atrevimiento.
Y muchas gracias por tanto como han dado hasta ahora.


Atentamente,
Alberto Martínez.


3 de junio de 2017

Estimado Alberto:

Muchas gracias por su amabilísimo mensaje. No imagina cuánto nos alegró el día su lectura y cómo nos ha reconfortado el poso que ha dejado.

No tenemos nada que disculparle por habernos escrito, al contrario: somos nosotros los que quedamos en deuda con usted por haberse tomado la molestia de dedicarnos su tiempo y sus palabras. A pesar de no ser usted seguidor nuestro, sentimos que le debemos una explicación, así que aquí va:

No hemos trazado ningún plan; no nos hemos marcado ningún objetivo, meta ni fecha; no nos hemos planteado ni cerrar la cuenta, ni retomarla, ni nada en absoluto; pero lo que sí sabemos es que ha llegado el momento de tomarse un respiro.

Sin duda, Twitter es una aplicación que, bien empleada, es estupenda. Gracias a ella nos hemos puesto en contacto con gente maravillosa, inteligente e interesante —algunos ya buenos amigos tras habernos conocido en persona—; también hemos aprendido infinidad de cosas, tanto en lo académico como en lo humano, y nos hemos reído como no nos habíamos reído nunca.

Pero, como todo, tiene sus contrapartidas. También en Twitter aflora lo peor y lo más egoísta de la naturaleza humana, y es este uno de los motivos de nuestras desapariciones. Otro, más importante si cabe, es que El Patio ha alcanzado un número de seguidores y una relevancia que demandan una atención y un trato que en estos momentos no podemos dispensar. Hay en la vida otras prioridades, otras devociones familiares y ocupaciones profesionales que exigen atención, concentración y, en especial, reclaman nuestro tiempo; y esta nuestra cuenta nos demandaba cada vez más y nos absorbía más de lo aconsejable: a pesar de haber intentado hacer solo incursiones esporádicas de duración breve, es tal la potencia, el atractivo y la capacidad de succión de esta red social, que, por más que nos lo proponíamos, cada vez que entrábamos en la cuenta, acabábamos dedicándole mucho más tiempo de lo que la sensatez aconseja y las obligaciones permiten.

Como lector fiel nuestro en la sombra, habrá podido comprobar que intentamos responder a toda cuanta mención se nos haga. Nunca hemos compartido los modos de esas cuentas y estos Twitstars con miles de seguidores con los que no se rebajan a interactuar en absoluto. Una de las reglas que intentamos seguir en Twitter es la de actuar como en la vida real: si alguien nos saluda, saludamos; si alguien nos pregunta, contestamos... y, sinceramente, ya no dábamos abasto.

Por otra parte, nos estaba ocurriendo algo curioso y preocupante: Twitter nos estaba reblandeciendo el cerebro y mermando la capacidad intelectual. Sí, como lo lee, por extraño que suene. El cerebro no es un músculo, por supuesto, pero se comporta como si lo fuese: si dejamos de usarlo, perderá masa, se reblandecerá y quedará fofo; si hacemos ejercicio con él, si lo forzamos, sabemos que se fortalecerá y que será cada vez más elástico y flexible, más robusto y potente, que no tiene límite y que es bien cierto que el saber no ocupa lugar... y nuestros cerebros se estaban atrofiando por culpa de estas pildoritas de 140 caracteres tan apetitosas, por estos flashes brevísimos tan apetitosos, simples y fáciles de digerir. Por increíble que parezca, habíamos llegamos a un punto en el que nos costaba mantener la concentración por un periodo de tiempo prolongado, en el que nos daba pereza la lectura de un texto largo y en el que incluso nos costaba seguir el hilo de un razonamiento extenso o un poco profundo. Nosotros leíamos —caramba cuánto leíamos—, traducíamos, escribíamos, etc., y todo eso lo fuimos arrinconando, lo fuimos dejando de lado por culpa de Twitter.

Ya por último, pecadores orgullosos como somos, nos permitimos el atrevimiento de pedirle que nos permita publicar su mensaje, eso sí, en las condiciones que usted marque.

Quedamos a su disposición y en deuda con usted, Alberto. Reciba un saludo muy cordial.


3 de junio de 2017

Estimados miembros de El Patio:

Me siento sorprendido y profundamente agradecido por su mensaje. No les escribí esperando una respuesta; menos aún que fuera tan prolija, especialmente si consideramos que no habíamos tratado con anterioridad y por el carácter personal de los motivos que exponen. Gracias.

Una vez más, han mostrado la buena educación y la exquisitez con las que tratan a todo aquel que se dirige a ustedes. Les asiste la razón cuando expresan cuán agotador y abrumador puede ser responder a todas las cuestiones que plantee una legión de seguidores que, merecidamente, ha crecido más de lo que habrían imaginado en los comienzos de su andadura. Por ese motivo: sepan que no tienen que responder a este mensaje; ya me satisfizo sobremanera su correo anterior. Por mi parte, y con independencia de una eventual respuesta, doy por cerrada con las presentes palabras mi intromisión en sus nuevas vidas, salvo que necesitaran algo que pudiera proporcionarles con mi ayuda. No quisiera incomodarles con una cadena de correos electrónicos «sin solución de continuidad» —sí, leí su anécdota relacionada con esta expresión, aunque la conozco por mi formación jurídica—.

Es necesario tener, aunque sea poco, para poder dar algo —incluido el tiempo, que es lo más valioso y preciado—. Y, aun teniendo, antes de dar a los demás hay que darse a uno mismo y atender las necesidades propias. Retomen con plenitud todas las actividades aparcadas o injustamente atendidas y ejerciten el cerebro. Qué aterradora sensación la que produce ser consciente de esa atrofia de la que hablan —la conozco—, aunque no cayeran, afortunadamente, en el adocenamiento.

Me halaga su petición y, aunque no era necesario, cuentan con mi permiso: pueden publicar mis mensajes o utilizarlos como mejor convengan, completa o parcialmente, y sin más condiciones ni cautelas que las que mejor sirvan a sus intereses. Será un honor.

Tan solo me queda desearles que su retiro les sea grato y enriquecedor, que cada asunto que atiendan les resulte provechoso y les acompañe la recompensa de la satisfacción personal. Sigan regalando a sus allegados y alumnos —afortunados todos— sus conocimientos y su sentido del humor como nos los han regalado a sus lectores. Conserven el recuerdo de los buenos momentos, algunos hilarantes, que han vivido en Twitter y disfruten de la amistad de las buenas personas que han conocido.

Soy yo quien queda en deuda con ustedes por lo mucho recibido: gracias de nuevo. Ojalá —mi egoísmo aflora— se den las circunstancias necesarias para su regreso o para que nuestros caminos se crucen en algún momento.

Salud y buen humor —como les gusta a ustedes—. Y buena suerte y felicidad en todo lo que realicen.

Reciban mi saludo cargado de gratitud y admiración.

Atentamente,
Alberto Martínez.


28 de enero de 2016

«No me da la gana corregirme» o la soberbia

De momento publicaremos solo las capturas de pantalla de estos intercambios deliciosos. Cuando tengamos tiempo, ya le añadiremos los comentarios oportunos.















Salud y buen humor.

1 de enero de 2016

¡Tenemos ganador!


Estimados seguidores de @Patiortografico:

¡Tenemos ganador de los premios Iconoclastas lingüísticos 2015! Tras la publicación ayer de tres errores (que no erratas, por favor) escandalosos y vergonzosos, ustedes mismos han decidido con sus votos emitidos en un tuit-encuesta quién debería ocupar el cajón más alto del podio de la ignominia y el infierno ortográficos. Sabemos que les ha resultado muy difícil decidir por cuál inclinarse, ya que había razones de sobra para, si se pudiese, votar a los tres. Nos tememos que se ha impuesto aquel que más ha sembrado y que más simpatías despierta... entiéndase la ironía, por favor.

Estos son los resultados:

31 de diciembre de 2015

Premios «Iconoclastas lingüísticos» 2015


Bienvenidos, dilectos seguidores, a la tercera edición de los premios «Iconoclastas lingüísticos», galardones simbólicos con los que intentamos glosar con santa ira y señalar con dedo acusador las afrentas más vergonzosas cometidas contra la lengua, en público y por escrito, por profesionales de la palabra: escritores, periodistas, profesores, traductores, etc. Es necesario señalar una vez más que la gravedad del error va en relación directa con la relevancia del cargo, dignidad y gobierno de sus autores, así como con su capacidad de convocatoria y difusión.

Como de costumbre, hemos repasado todo lo publicado en nuestra cuenta de Twitter (@Patiortografico) durante el año que termina hoy, pero con respecto a las dos ediciones anteriores hemos decidido introducir una novedad: hemos hecho una selección —laboriosa, dificilísima— de entre la infinidad de atentados contra la norma comentados durante 2015 y les presentaremos a continuación una terna de pecadores sin más orden que su aparición cronológica en nuestra cuenta; ustedes, estimados seguidores, serán los encargados de determinar con sus votos cuál debe ser la clasificación final y a tal efecto, aprovechándonos de las encuestas de Twitter, dispondrán de un tuit con el que dejar constancia de sus preferencias. Únicamente les pedimos que, a modo de jornada de reflexión, antes de emitir su voto tengan a bien leer las líneas que siguen a fin de tomar una decisión informada. En su sindéresis confiamos.

Antes de entrar en materia, deseamos transmitir nuestra enhorabuena más calurosa y nuestro agradecimiento sincero a los premiados por las risas que nos han provocado y por las que, a buen seguro, todavía nos van a brindar.

Allá vamos. Salud y buen humor.

22 de noviembre de 2015

La degeneración del diario «El País»

Hubo un tiempo en que el diario «El País» era un referente informativo en España, tanto por su fondo e integridad —no es en principio cometido de este espacio ocuparse de esos extremos, pero resulta más que evidente a qué abominable estado han llegado— como por sus formas impecables, que constituían una guía segura y completamente fiable.

Hubo un tiempo, sí. Pero ya no: en la actualidad la situación es bien distinta, como ha quedado patente con el editorial de hoy, domingo 22 de noviembre de 2015, en el que se ha colado una construcción incorrecta y ajena por completo al genio natural de nuestro idioma.



Si grave nos parece que una barbaridad como la señalada en la imagen anterior se haya colado en un tuit de la cuenta oficial de un diario como «El País», se nos antoja imperdonable que ese mismo dislate figure en el último párrafo del cuerpo del editorial:



Significa «rehusar», según consta en la edición más reciente del DLE que publica la RAE, «no querer o no aceptar algo», pero de ningún modo significa «negar» ni «privar», y tampoco puede construirse con su mismo régimen.



Nos resulta inconcebible que un error tan grueso (aparentemente un galicismo: «refuse aux Espagnols») se cuele en una pieza de la relevancia de un editorial de un diario de la difusión nacional e internacional de «El País», por favor, que no estamos hablando de la hoja parroquial de Mosén Millán, hombre...

Revela este disparate no solo impericia y desconocimiento del idioma en unos profesionales de la palabra, sino también una falta total de atención, reflexión y espíritu crítico. ¿Cuántos ojos de la redacción de «El País» habrán visto ese editorial antes de su publicación? ¿Cómo es posible que absolutamente a nadie le hayan saltado las alarmas al leer ese desatino? ¿Y cómo puede ser que en el momento de publicar estas líneas ahí siga, en la edición digital, a la vista de todo el mundo, sin que nadie haya tenido el amor propio y la profesionalidad de corregirlo?

Según recoge el «Libro de estilo» de este diario en su sección 7, punto 2.79, los editoriales son responsabilidad del director:


Es el director en esta fecha Antonio Caño. Ni él ni nadie de su diario se han dignado a dar explicación de tan grave error gramatical y se ha limitado a retuitear con su cuenta personal dos de nuestras quejas, retuits que, a falta de otras manifestaciones, tomamos como asunción y reconocimiento del error por su parte.



Así está el patio... ortográfico

8 de noviembre de 2015

Premios «Iconoclastas lingüísticos» 2014

image
Cuando a principios de diciembre la redacción de Así está el patio ortográfico mantuvo una primera reunión para decidir quiénes serían los afortunados ganadores de la segunda edición de nuestros premios simbólicos Iconoclastas lingüísticos, no albergábamos ninguna duda sobre la identidad de dos de los integrantes de la terna ganadora, pero no habíamos llegado a ningún acuerdo sobre quién ocuparía la plaza vacante.
Sorprendentemente, de donde menos podría esperarse surgió el 19 de diciembre un tapado que barrió sin esfuerzo a los otros dos integrantes de nuestro podio del bochorno… porque, como ya dijimos en la primera edición de estos premios, «es cierto que podemos haber glosado errores más escandalosos que los que reproducimos a continuación, pero no es menos cierto que la gravedad del error va en relación directa con la relevancia del cargo, dignidad y gobierno de su autor».
Nuestra más sincera enhorabuena a los ganadores. Pueden sentirse muy orgullosos.
Tercer premio - Alberto Sánchez (@albertovic6 en Twitter)
El periodista Alberto Sánchez nos sorprendió una noche calurosa de agosto con la revelación iluminadora de que los periodistas «no somos profesionales de la palabra», toda una epifanía en medio del verano… Como muy bien apuntó un usuario de Twitter que lamentamos no recordar, «los periodistas no son profesionales de la palabra… deben de usar tamtam para transmitir las noticias».
image
image
Con afirmaciones como esa y otras imprudencias atrevidas que soltó aquella noche queda diáfanamente claro por qué algunos periodistas escriben como escriben y dan esas feas patadas al idioma.
Las pruebas:
Segundo premio - Juan Luis Cudeiro (@jlcudeiro en Twitter)
El también periodista —con dos carreras y un máster, ojo— Juan Luis Cudeiro era, por su reincidencia, contumacia, empecinamiento y falta de humildad, nuestro favorito para llevarse el primer premio… hasta que en el último momento lo desbancó toda una autoridad; pero eso lo veremos después.
image
image
Opina este periodista —y así lo ha manifestado en Twitter en alguna que otra ocasión— que en su tiempo libre y en sus cuentas personales de las redes sociales puede escribir con el respeto a la norma que a él le venga en gana. Es una opinión muy respetable y defendemos su libertad para hacerlo así. Pero también defendemos la nuestra para criticar sus errores y para lanzar la pregunta al aire de cuántos de sus más de 6 700 seguidores actuales lo son por su interés, por su cara bonita y carisma personal, y cuántos por trabajar para el medio para el que trabaja. O dicho de otro modo: si fuese un usuario anónimo deTwitter, ¿cuántos seguidores tendría? Pues bien: a todos los seguidores conseguidos en virtud de su profesión les debe un respeto… ortográfico y gramatical, al menos. Fíjese, si no, periodista Cudeiro, en lo que decía el pasado 12 de enero de 2014 Tomàs Delclós, Defensor del lector del diario El País (¿le suena de algo a usted ese diario? ¿debería usted hacer caso de esas recomendaciones, periodista? Tal vez ni siquiera se las haya leído…): 
image
image
Las pruebas:
Primer premio - Real Academia Española (@RAEinforma en Twitter)
No se puede aceptar de ninguna manera que la institución que desde 1713 vela por el buen uso y la unidad de la lengua española, patrimonio común de 500 millones de hispanohablantes, cometa seis veces, seis, una misma falta de ortografía en una de sus publicaciones. Entendemos que una errata se puede producir en una ocasión, pero cuando la misma grafía se repite en seis ocasiones dejamos de hablar de errata para, indiscutiblemente, entrar de lleno en el territorio del error.
El viernes 19 publicó la RAE en su web una entrada en la que escribían *«navidad», con minúscula inicial, en seis ocasiones. No contentos con eso, repitieron el error en el tuit promocional emitido por su cuenta @RAEinforma. Nuestro seguidor en Twitter @xayme nos lo hizo notar y a partir de ahí tanto él como nosotros pedimos a @RAEinforma y a @Fundeu que aclarasen si había algún caso en que esa grafía era aceptable.
image
image
Lo más misterioso de todo es que, tras nuestras múltiples llamadas de atención, durante el fin de semana se corrigió uno de esos errores… ¡Solo uno! ¿Por qué únicamente uno? Pues vayan ustedes a saber, ya que desde la RAE no se han dignado a dar explicaciones: simplemente se limitaron a tuitear que se trataba de un error y que ya había sido corregido, cosa que hicieron, por fin, el lunes 22.
Desde aquí aconsejamos a la RAE que amplíe y complete su publicación relativa a la cronología de los hechos más relevantes registrados en la Academia a lo largo de trescientos años con la incorporación del fin de semana aciago e infame durante el que de su puño y letra, como se decía en tiempos analógicos pretéritos, la «Navidad» se convirtió en *«navidad».
Las pruebas:
Salud y buen humor.
image

Premios «Iconoclastas lingüísticos» 2013

image
Allá por agosto, cuando echaba a andar esta antología del error ortográfico y gramatical, no pensábamos, ni mucho menos, que íbamos a contar con tanto material. Pero la iconoclasia lingüística patria más que fecunda es ubérrima, con los gremios del periodismo y la política a la cabeza.
Tras largos y encendidos debates entre los miembros de Así está el patio ortográfico, se ha llegado a un fallo que contenta a todas las partes. Lamentablemente hemos tenido que dejar fuera a talentos creativos del calibre de Ana MatoPedro SauraAlicia Sánchez CamachoMarisa Recuero,Sonia IglesiasGonzalo CortizoPablo DíazDiego Picó o a ciertos redactores de los diarios deportivos Sport, Marca, As y Mundo Deportivo.
Es cierto que podemos haber glosado errores más escandalosos que los que reproducimos a continuación, pero no es menos cierto que la gravedad del error va en relación directa con la relevancia del cargo, dignidad y gobierno de su autor.
Nuestra más calurosa enhorabuena para los premiados. Pueden estar bien orgullosos:
Tercer premio - PeriodiFails (@PeriodiFAILS en Twitter)
image
Es este un galardón que, pueden creernos, nos duele entregar, pero es que es de justicia. Una cierta sensación de compañerismo y el agradecimiento por tantos buenos momentos que nos hacen pasar no pueden nublar nuestro entendimiento y no pueden afectar a nuestra capacidad de discernimiento cabal.
Debe ser el crítico ejemplo intachable y estar libre, dentro de lo posible, de toda mácula o, por lo menos, de las más flagrantes. No es el caso, lamentamos decir, de PeriodiFails. No se puede tocar la solfa a los periodistas y no distinguir, por ejemplo, entre el editorial y la editorial.
Las pruebas:
Segundo premio - Carlos Martínez Gorriarán (@cmgorriaran en Twitter)
image
Un profesor universitario (de Estética y Teoría de las Artes) que se declara en contra del autoritarismo lingüístico (sic) cuando se le señala un error gramatical no podía dejar de figurar entre nuestros destacados del año. Un doctor en Filosofía que confunde churras con merinas de esa manera y que, aún por encima, se despacha con prepotencia, desprecio, soberbia, altanería, chulería y despotismo. Un ejemplo, otro más, de la casta política que vive a nuestra cuenta y que tan lejana nos resulta, no por voluntad nuestra, sino por actitud suya.
He aquí solo unas cuantas pruebas:
La que realmente nos gusta es la oración que cierra su sección Acerca de mí en su web personal, con una delicada construcción de relativo que incluye un precioso posesivo. Inefable belleza y sutilidad estilística:
Primer premio - Paula Prado del Río (@paulapra2 en Twitter)
image
Muy merecido primer premio, debemos decir. Tenemos que confesar, también, que la hemos elegido por unanimidad y sin ningún titubeo. Sabíamos que por aquí teníamos que empezar.
Una portavoz en un parlamento (aunque sea en un parlamento autonómico) no puede despreciar y maltratar por escrito, sea cual sea el medio que elija para difundir sus mensajes, una de las lenguas oficiales de su comunidad. ¿Cabe mayor falta de respeto y peor insulto a unos votantes, a unos contribuyentes, a unos lectores y a todo un país que tratar a uno de sus idiomas oficiales con ese desconocimiento, descuido y desprecio? Y cuando decimos “desconocimiento” o “descuido” estamos siendo generosos con ella. Lo peor es su contumacia, la callada por respuesta, la falta de corrección, y la ausencia de propósito de enmienda.
Las pruebas:
image